La particularidad histórica que envuelve a
Gonzalo de Berceo es que nos encontramos ante el primer poeta de nombre
conocido, por lo que siempre se le ha tratado como una de las figuras más
representativas del mester de clerecía. De su vida no tenemos demasiada
información. Probablemente nació en los últimos años del siglo XII en el pueblo
riojano de Berceo (de donde tomó su nombre) y fue un clérigo educado en el
monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla, como aparece en su obra.
Los Milagros de Nuestra Señora son un conjunto
de veinticinco relatos breves (y una introducción alegórica) que conforman la
obra de mayor atractivo poético de Gonzalo de Berceo. En cada uno de estos
relatos nos narra los milagros efectuados por la intercesión de la Virgen o,
como él suele llamarla, “la Gloriosa”. Ahora bien, si por algo se caracteriza
la obra de Berceo es por su sumisión a las fuentes, aunque hemos de añadir que
este, con objetivos didácticos y divulgativos, reelabora las obras y les otorga
finalmente una entidad propia aportándoles un tono y estilo personal. Así pues,
todos los milagros que aparecen en su obra, salvo una excepción, siguen el
dictado de un manuscrito latino que es muy semejante a otro que se encontró en
la Biblioteca Real de Copenhage, llamado Thott 128. De los veinticinco relatos
berceanos, veinticuatro están en ese manuscrito, faltando únicamente “La
iglesia robada”. Como vemos, la finalidad de Berceo no es, pues, inventar, sino
divulgar.
La
obra comienza con una introducción alegórica cargada de metáforas y símbolos
que son explicados en el propio texto: la romería es el camino de la vida; el
prado es la Virgen, cuya bondad sirve de alivio al dolor de sus devotos; las
fuentes, los evangelios; las flores, los nombres de Santa María; los cantos,
las voces de los bienaventurados, etc.
Las
descripciones de este paisaje introductorio imaginado por el poeta constituyen
una de las más delicadas muestras de la literatura descriptiva medieval. Sin
embargo, su inspiración y su estilo se hallan muy cerca del arte popular, pues
su primordial intento era el de hacer llegar al pueblo las leyendas religiosas
empleando las fórmulas expresivas a las que este estaba acostumbrado. Así pues,
podemos observar en su obra procedimientos juglarescos para atraer la atención
de su público: “si vos me escuchássedes por vuestro consiment”. También acude a
la comicidad como recurso estilístico para obtener la benevolencia de su
sencillo público. De este modo,
utilizaba con frecuencia la figura de los diablos, que, por lo común, solían
quedar en ridículo. En todos estos rasgos de los que se valía para acercar la
obra clásica al pueblo, reside la verdadera originalidad de Gonzalo de Berceo.