Primeros textos en prosa: las Glosas Emilianenses y Nodicia de kesos

Página 72 del Códice Emilianense 60 de San Millán de la Cogolla
Al hablar de las primeras manifestaciones en prosa, también hablamos de las primeras manifestaciones del castellano, puesto que los orígenes de nuestra lengua comienzan con la filtración del romance hablado en el latín oficial. En palabras de Dámaso Alonso, “el latín llega a ser español a lo largo de una evolución lentísima y constante, y nunca podremos cortar por un punto y decir: aquí está el español recién nacido”. Sin embargo, sí podemos intentar dar cuenta de las primeras manifestaciones en lengua romance.
                                    
Frecuentemente se escapaban en escritos cultos palabras en lengua vulgar, bien por descuido o bien por la necesidad de designar nuevas realidades desconocidas en el idioma clásico. En otras ocasiones, alguien iba anotando la traducción vulgar de ciertos vocablos sobre los mismos documentos latinos: son las llamadas glosas. Aunque estas rudimentarias manifestaciones carecen de valor o pretensiones literarias, sí son de gran importancia lingüística para el estudio del origen del español. Destacamos las Glosas Emilianenses (del monasterio de San Millán de la Cogolla) y las Silenses (del monasterio de Santo Domingo de Silos). En las Glosas Silenses aparecen solamente palabras aisladas, es en las Glosas Emilianenses donde ya aparecen las primeras frases completas en lengua romance.         

Gonzalo de Berceo. Los Milagros de Nuestra Señora

La particularidad histórica que envuelve a Gonzalo de Berceo es que nos encontramos ante el primer poeta de nombre conocido, por lo que siempre se le ha tratado como una de las figuras más representativas del mester de clerecía. De su vida no tenemos demasiada información. Probablemente nació en los últimos años del siglo XII en el pueblo riojano de Berceo (de donde tomó su nombre) y fue un clérigo educado en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla, como aparece en su obra.                       

Los Milagros de Nuestra Señora son un conjunto de veinticinco relatos breves (y una introducción alegórica) que conforman la obra de mayor atractivo poético de Gonzalo de Berceo. En cada uno de estos relatos nos narra los milagros efectuados por la intercesión de la Virgen o, como él suele llamarla, “la Gloriosa”. Ahora bien, si por algo se caracteriza la obra de Berceo es por su sumisión a las fuentes, aunque hemos de añadir que este, con objetivos didácticos y divulgativos, reelabora las obras y les otorga finalmente una entidad propia aportándoles un tono y estilo personal. Así pues, todos los milagros que aparecen en su obra, salvo una excepción, siguen el dictado de un manuscrito latino que es muy semejante a otro que se encontró en la Biblioteca Real de Copenhage, llamado Thott 128. De los veinticinco relatos berceanos, veinticuatro están en ese manuscrito, faltando únicamente “La iglesia robada”. Como vemos, la finalidad de Berceo no es, pues, inventar, sino divulgar.